domingo, 23 de junio de 2013

Física Cuántica

Christopher Gilbert


Suena el teléfono y ya sé que sos vos porque acabo de soñarlo.
No es un asunto de probabilidades, dijiste, encontrar a la persona
adecuada es como predecir la lotería. Una posibilidad en un millón.
Y vos y yo somos afortunados.

Hemos sorteado todo tipo de obstáculos: lluvias de media estación,
 líneas que se cortan, cartas que no llegan, mensajes que llegan pero.
Trenes que parten con anticipación. Seres de otra dimensión 
enloqueciendo al tránsito. Escenarios que desalentarían a cualquiera.

Por eso hemos tenido que recurrir a medidas extremas. 
Apelar a la subversión de las leyes de la mécanica clásica:

 Así, mientras una yo sube por las escaleras, la otra baja 
por el ascensor para distraer al espacio y ganarle al tiempo 
en el mismo momento en que uno vos viaja la noche anterior 
 entra por la ventana para avisar que no vaya al lugar acordado
que vas a estar pivoteando entre la plaza , el café y el boulevard.

Siempre acudo a la cita puntual, me quedo en la puerta sin golpear
y te/me miro abriendo/te y saludándome del otro lado.
Después tomamos el té en nuestro no lugar favorito, a las cinco
del reloj de mi abuelo que se detuvo a esa hora y nunca más se movió.

Desde que la mitad de las moléculas intentan convencer a la otra mitad 
de meterte en la cama, y la otra mitad intenta convencer  al resto
de que no es apropiado. Nos acostumbramos a ser cuatro 
en el orgasmo. Dos que se desarman 
y dos que miran y registran la disolución.





Christopher Gilbert



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