jueves, 21 de febrero de 2013

Orfandades


                                                                                          (Petra, Jordania)

A veces, cuando me siento  triste
los árboles derraman sobre mí su savia.
Yo no les digo que soy incapaz de absorber sus jugos,
yo los dejo mimarme.
Y es que los árboles no saben amar de otra manera,
su esencia es la entrega absoluta,
lo dan todo:
sus flores, sus frutos,
su promesa de sombra, su sombra,
su madera.

Mi madre solía ser ladera en la montaña.
Vio los hielos,  lentamente
crecer sobre su cuerpo.
Vio la noche, sobre su cuerpo  
lentamente, desplomarse.

Mi padre, en su insistencia,
acumuló sobre ella
una seguidilla de desgastes,
transformando su nariz india  
en dedo índice, pulgar,
nido de águilas.
Socavón, aluvión de morteros,
sostén
de un mapa estelar indescifrable.

En esta familia somos todos fuertes de origen
porque venimos de padre prófugo
y  de la fisura de una madre.

Como verás, por naturaleza
no nos movemos,
a no ser que nos arrastren,
y solamente vestimos luto
y nos permitimos estar tristes,
el día de nuestro cumpleaños.

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