Kiju tiene los labios rojos y carnosos de una mujer, la tez oscura y el cabello moteado.
Lo alcanzo en la esquina de siempre, aquella cuyo empedrado movedizo simula
las teclas de un piano. Kiju pisa cada piedra mientras traza en el aire, una canción.
La canción viaja en el viento y se pierde sobre el Kilimanjaro.
No creo en imposibles, dice, mientras mira caer las flores
de las estampillas de Tanzania.
Después se curva ante su miembro erecto, acerca los labios,
consigue la eyaculación.
Sensual y a la vez delicado, y misterioso...Abrazo, Claudia.
ResponderEliminarHay poemas que nacen como algunas personas, para encontrar resistencias o para sortearlas, usted pertenece a los lectores del segundo grupo. Agradecida por sus ojos que acompañan. Beso.
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