Christopher Gilbert |
Suena el teléfono y ya sé que sos vos porque acabo de soñarlo.
No es un asunto de probabilidades,
dijiste, encontrar a la persona
adecuada es como predecir
la lotería. Una posibilidad en un millón.
Y vos y yo somos afortunados.
Hemos sorteado todo tipo de
obstáculos: lluvias de media estación,
líneas que se cortan, cartas que no llegan,
mensajes que llegan pero.
Trenes que parten con
anticipación. Seres de otra dimensión
enloqueciendo al tránsito. Escenarios que
desalentarían a cualquiera.
Por eso hemos tenido que
recurrir a medidas extremas.
Apelar a la subversión de las leyes de la
mécanica clásica:
Así, mientras una yo sube por las escaleras,
la otra baja
por el ascensor para distraer al espacio y ganarle al tiempo
en el mismo momento en que uno vos
viaja la noche anterior
entra por la ventana para avisar que no vaya
al lugar acordado
que vas a estar pivoteando entre la plaza , el café y el boulevard.
Siempre acudo a la cita puntual, me quedo en la puerta
sin golpear
y te/me miro abriendo/te y saludándome del otro lado.
Después tomamos el té en nuestro
no lugar favorito, a las cinco
del reloj de mi abuelo que se detuvo a esa hora
y nunca más se movió.
Desde que la mitad de las moléculas intentan convencer a la otra mitad
de meterte en la cama, y la otra mitad intenta
convencer al resto
de que no
es apropiado. Nos acostumbramos a ser
cuatro
en el orgasmo. Dos que se desarman
y dos que miran y registran la
disolución.
Christopher Gilbert |
:-) muuy bueno!!
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